Epílogo

La estrella vespertina guió a las hormigas hasta el trono del rey, donde lo devoraron.

Tres sueños. (La Despedida)

1.El trabajo.

Rompimos a través de la barrera de la realidad. Quebrantamos los límites de lo posible por ti.

Vi a Gabriel caer ensartado,

tomamos su cuerpo ensangrentado.

Nunca lo lamentamos.


2.El padre.

La casa ardía a la luz de mediatarde. Supuse que el Sol no volvería a salir. Vi como el universo se colapsaba a través de la ventana mientras cuidaba de un animal que ahora puede defenderse solo.


3.La muerte. (La despedida)

Abrí un corte en su cuerpo. No brotó sangre alguna, aquel cuerpo no funcionaba como el mío. Solo sentí cómo el calor de la habitación escapaba por la herida. Una dimensión escapando por una grieta nacida de la violencia.

Me vi destruir lo que quedaba de mí.

Vi a Dios sentenciar a la naturaleza al exilio.

Vi una sonrisa que me rompía las comisuras de la boca.

Vi al lobo arrasar el mundo.

Vi al niño llorando de miedo.


Vi todos estos reflejos del ego arrodillados.

Cuando les pregunté qué hacían, me dijeron: “Volverá”


Solo pude responder: No, no volveré”

La Vida.

A veces oigo estas voces, bueno, no son voces, es como un eco lejano en el fondo de mi cabeza. Reverberan como gritos (gritos susurrados y cobardes) de insustancialidad. Intento afinar el oído y prestarles atención, para descifrar su mensaje.

Y oigo muchas cosas, entre las que creo descifrar muchas voces.

Y oigo muchas palabras.

Me hablan de lo probable, lo que tal vez sea, con su infinidad de posibles ramificaciones.

Me recuerdan a todos esos dioses de yeso. A todas esas montañas de polvo que intentan hacerme creer que son de acero.

Antes las odiaba. Ahora me dan hasta cierta lástima, porque no intentan hacerme creer nada, más bien se intentan convencer a sí mismas.

Pero hoy,

hoy he decidido que no son para mí.

No voy a enfrentarme a ellas, porque no hay nada que enfrentar.

Simplemente pasaré de largo.

He tirado los amuletos de niebla, los libros en blanco y los bustos sin rostro.

Ya no temo a los dioses de yeso.

Porque tengo balas de oro.

La Muerte sobre el Piano de Cola

Sentada ahí tan cerca te oigo tocar tan lejana,
tan ajena a las grotescas formas que adopta la vida ahí fuera
donde esos inmensos supermercados aun conservan esa siniestra iluminación de nevera vacía, y donde toda esa gente continúa acudiendo a ellas en un desesperado intento de llenarlas de algún modo; los hombres continúan delirando el universo.
Pero tú no, tú abres paisajes a la fuerza.
Te deslizas tan humanamente entre estos puentes encorvados que luchan tan penosamente por levantarse, y con tan tierno desprecio los hundes...
Lo sé, he pasado demasiado tiempo difuminado bajo este traje de sombra. Empiezo a descoserme por las costuras.
Y estas manos cuadriculadas...
Estoy cosido a ellas, como el resto del traje; cosido a estas mustias raíces cuadradas que huyen de mí agarrándose a todo con su lógica táctil, como si fueran a caerse de la vida.
Hace poco vinieron a buscarme unos tipos. Decían que podían arreglarme, que podían hacerme un alma a medida. Esos seres sin traje están siempre deseando enseñarte sus agujas y sus máquinas de tatuar trajes. Pero ni hablar. Yo pienso morirme con este traje puesto. Un hombre tiene que permanecer fiel a su delirio.
Fiel al universo.
¿De qué iba servir huir, si todos los aviones son al final el mismo avión; si nunca consigues aterrizar lo suficientemente lejos de todos esos seres traficantes de trajes porque ellos son los que controlan los aviones; si al final acabas aterrizando siempre en el mismo aeropuerto porque, como ya sospechabas, ese aeropuerto era en realidad todos los demás aeropuertos?
No, no hay escape de esta existencia de humo, lo he probado todo: disolverme en papeles, hervir mi orina, bendecirme con un vaso roto. Con lo que he vivido se podían haber llenado cien camisas de fuerza. Con lo que he sufrido se podían haber talado varios bosques de Asia. Pero no; no ha llegado el momento aun.
De un puntapié apartaré a todos esos mendigos y arrojaré a un lado todas las cruces que me echen al hombro.
Ah, todo es tan simple en el fondo...
No podéis confundirme con vuestros medicamentos contra la fiebre.
No podéis retenerme con los desbordantes verbos de vuestros dioses judíos.
No volveréis a domesticarme jamás. Después de todo ya hemos hecho con mis entrañas lo que hemos podido y yo sigo idéntico a mí mismo.
Que me jodan si no.

La sombra del León.

La llama duerme en vela.

Las siluetas se hacen chinescas.
Sitúan a la bella de nudos.
Tensan la sombra en la tela.

(Tus muslos testigos mudos)

Las fauces rugirán a capella.
El león infamia de sus pestañas.
Y patas recias se manchan de negror.

(Con boca de seda me arañas)

La carne no acampa en el ardor.
Su casa acoge animales de compañía.
Que vida no recibe fieras promesas.

(Camino por beso perdía)

La bestia es carne de cañón y de princesas.
Dentro el frío aprisiona el calor.
No hay presa para el sudor de león.

Arde la tierra que lo besa.

Dancer.

Aquel hijo de puta estaba fuera de sí,

no paraba de vociferar acerca de cosas de las que yo poco sabía (por no decir nada), mientras bailaba desnudo con un hacha en las manos y giraba sobre si mismo cortando y partiendo todo lo que quedaba a su alcance. Su discurso parecía sufrir interferencias, desvíos inconexos de temática mezclados con la melodía de una canción de rock'n'roll.

La policía llegó en submarino. El tipo del hacha y yo nos encontrábamos en la undécima planta del hotel .Pretendían acceder al edificio por las alcantarillas y luego ascender en una especie de taladro que atravesaría todos los pisos hasta llegar a nosotros. Se había sugerido usar la entrada y el ascensor, pero se desechó por razones obvias.

Del suelo del pasillo salió rugiendo algo que parecía una cápsula espacial con un sacacorchos adosado. Aquel psicópata seguía con su demencial baile. Del interior de la nave comenzaron a salir en fila india hasta diez agentes. Todos fueron decapitados en orden de llegada. Parecía que lo que realmente le molestaba era que se le acercaran. Decidí que no tenía motivo alguno para seguir allí


-¿Te importa que me marche?

-YEAHYEAHNOBERLINONFIREFEELS NICE IN THE RADIOTOTHE uuh DANCEPOWERIST...

-Vale.

Salí del edificio y atravesé el cerco policial. Los curiosos se apretaban contra las rejas electrificadas y la calle tenía un agradable olor a carne a la brasa. Miré al cielo. Era de un azul vivo y maravilloso. Encendí un cigarillo y caminé calle abajo.


Esto fue hace muchos años,

pero creo que ese hombre aun sigue bailando.

La Procesión de los Elefantes de Ónice

Por el tragaluz a veces alcanzo a ver el mar, a olerlo.
Sobre él desfila en arco una hilera interminable de lunas que se van estrellando una a una contra el torreón del acantilado que marca el fin del mundo para los amontonadores de piedras.

A pesar del escaso ángulo, a veces incluso alcanzo a ver, en lo más alto, un planeta hundido, inmóvil como una montaña en el fondo del océano. La corriente de estrellas fluye a sus costados sin tocarlo, mientras él permanece allí imperturbable, inquietantemente solo, como si no formara parte del cielo.

Los amontonadores de piedras lo llaman el ojo de piedra.
Dicen que saldré de aquí el día que se cierre.

Los Inhabitables

Acordamos ser dioses dinosaurios en nuestra propia extinción.
Gobernábamos el cemento y amábamos el viento en los sables; tejíamos nuestra realidad a arañazos.
De repente nuestros cuerpos eran toneladas de aire en aquel estado de sombra y sentimos desprecio por cualquier forma de retorno a uno mismo.
Nos llamaron indigentes
porque desenterrábamos monedas y buscábamos cajones en la basura.
Quisimos explicárselo con cerillas. Nos llamaron imprudentes.
Nos escribieron a martillazos en la pared de la iglesia.
Nos bautizaron con soles apagados.
Nada ni nadie nos volvería a crear jamás.

Caracoles y avispas

La ciudad estaba muerta aquella noche. La cubrimos con una manta y la sepultamos bajo tierra y pala. Aquel cadáver de cemento y asfalto sirvió de abono para la tierra y de ella brotó la naturaleza: estallaron cientos de flores por todas partes, todas ellas venenosas. Crecieron plantas trepadoras en forma de alambre y arbustos que apestaban como ceniceros, y hacia el cielo se alzaron árboles torcidos que tapaban la luz del sol y lo inundaban todo de ramas mustias que en vez de frutos daban cáncer o chatarra. Aparecieron hormigas carnívoras que se devoraban entre ellas, luciérnagas que emitían contaminación lumínica, caracoles que comían metales pesados, avispas que interferían con las ondas de radio y pájaros muertos. Todo era gris como la tos y aquella floresta en su fotosíntesis podía arrojar a la atmósfera más monóxido de carbono que una fábrica de armamento.
A la mañana siguiente amaneció nublado, las nubes estaban sucias y por mi calle seguían pasando tantos coches como cabían en ella: aquella mañana siguiente la ciudad seguía igual de muerta que siempre y yo seguía extrañando a mi tribu en Papúa, por mucho que ellos sigan siendo una panda de salvajes bebedores de sesos.

Blues de las ventanas rotas

Me desperté esta mañana
con todas las ventanas rotas
Me desperté esta mañana
con todas las ventanas rotas

Y tú te habías ido

Oh nena y tú ya no estabas

Andé calle abajo
a por pan de molde y leche con flúor
Andé calle abajo
Oh nena y tú ya no estabas

Me arrastré por las calles como un perro
tosiendo cristales y maldiciendo mi horóscopo
Me desplomé epiléptico en tus brazos
Pero nena tú ya no estabas

Oh nena tú ya no estabas

Sentado frente al televisor
trescientos canales de aquelarre publicitario
Sentado aquí yo solo en el salón
en frente del televisor

Oh nena vete al infierno

El Silencio.

A veces buscamos respuestas en el ruido.
Le gritamos preguntando lo que queremos saber, y nuestras intenciones se disuelven entre vibraciones atonales.
La respuesta y la pregunta pasan a ser cualquier cosa menos la verdad.

Las imágenes se solapan en un collage sin forma, en el que alguien ha usado demasiada cola,
y proyectamos 24 recuerdos dispares por segundo sobre una pared púrpura.

Pero.

Se detiene el proceso.
Se callan los sonidos.
La pared no recibe la luz del proyector.
Ya no habla el público.

Entonces, a través de la ventana abierta de par en par, se puede contemplar la insoportable y gloriosa paz de limitarse a existir.

Power Ranger de salón.

El mundo me corta cada día la gomilla de la careta que he de llevar los días de sol. Le hago nudos y la recompongo y el mundo la corta de nuevo, dejándola cada vez mas pequeña. Cada día se presiona mas contra mi cara, cortando mis ojos y asfixiándome a través de la ranura húmeda que marca la sonrisa dibujada.

El hierro de este plástico es aprueba de lágrimas.

La memoria lo oxida como el latón.

Sueños de barro.

Paisaje de color.

El Hombre.

La carne se parte,

los huesos explotan bajo los puños

y un niño grita desde el marco de la puerta del salón.


Los charcos de sangre se disuelven en el ruido,

pero los Dioses le darán el bautismo que merece.


El niño derrama su alma gota a gota,

mientras la sal le seca la cara.

Por respuesta obtiene los ojos del León.


Entonces comprende que no hay nada que comprender.

VI: L'Amovrevx

El hombre del tiempo y la mujer del anuncio de detergente han quedado para cenar en un restaurante de Torremolinos. Son gente de la tele: ni guapa ni fea. Los dos prefieren la ensalada como entrante, y por la cristalera van viendo atardecer en rosa y violeta, el mar, las gaviotas, una mitad de la luna. Mientras comen, él dice que el amor es un cuervo que se rompe las alas contra el cielo. Ella que enamorarse es como mirar al sol. También comentan la sopa de cangrejo, alaban al cocinero y se sonríen mutuamente. El hombre del tiempo y la mujer del anuncio de detergente están liados. Hace varios meses que se conocieron en un culto satánico de adoradores de Seth, al cual ambos pertenecen. Fue un flechazo. Los dos acudían regularmente a las misas negras, en las que se pisotean hostias y se recitan pasajes satánicos o poemas de Baudelaire, y ocasionalmente a la violación de sepulturas del cementerio de Torremolinos, ceremonias vudú y banquetes de sangre de animales mezclada con drogas. También han superado ya varias pruebas de fidelidad que consistieron en rituales necrofílicos y necrofágicos.
...-Lo malo es lo de las películas -dice siempre el hombre del tiempo. Le aterrorizaría dejar la secta por miedo a que se divulgasen las grabaciones en las que aparece participando en varias orgías sado-satánicas. Sería el fin de su carrera. Cuando acaban de comer los dos utilizan sus servilletas. Como el hombre del tiempo había predicho que habría cielos despejados para esa noche, dar un paseo por la playa a la luz de la luna tras la cena les parece una idea estupenda. Pasean, se besan y hacen el amor sobre la arena. Las olas mojan sus pies descalzos. Es verano y sopla una brisa casi etérea.

Devoción

Vi al carnero exponer el pescuezo
y la sangre manar brillante bajo el carnívoro sol de verano.

Lo vi retorcerse de gloria bajo el cuchillo,
su muerte fue un orgasmo salvaje.

Y lo envidié.

Devoramos su carne y nos bebimos su sangre.

Praise God I'm satisfied

Mi corazón es un cuerno de hierro
ante la totémica presencia del semáforo en la noche,
los pies sumergidos en alquitrán, el cigarrillo por reverencia;
el cráneo bajo el beso de esta luna de pólvora
con nombre de actriz de cine del este
y tacones rojos que bombean mi sangre a cada paso.

No quedan ya ídolos de mimbre sino cenizas.
No quedan más estrellas por descolgar
ni campanas que quebrar a pedradas.

Colapso.

Dante oye el rumor nervioso de las camillas traqueteando por los pasillos de urgencias.

Una enfermera le pasa un informe, casi sin mirarlo dice- Hay que amputar.- Lleva toda la tarde diciendo la misma frase, ya no tiene muy claro lo que significa.

Pasa a su lado una camilla con un joven asiático, este canturrea algo en francés mientras lo llevan a toda velocidad un grupo de enfermeros. Dante ve que tiene algunos miembros quemados y mutilados, no se llega a fijar en cuantos ni cuales.

Lo que pasa es el fin del mundo, el Armaggedon Hamster, como lo han bautizado los medios por alguna extraña razón, pero esto no tiene nada que ver con los hamsters, el mundo se esta acabando y eso es todo. Dante decide cantar algo, repartir morfina entre los presentes y bailar hasta el amanecer.

Pero el hospital se viene abajo antes del amanecer, durante el segundo estribillo.


En otro lugar del mundo un hombre se despierta bañado en sudor y con una erección involuntaria.

Autobús Urbano

Se suceden las paradas de autobús
y la ciudad se retuerce en cada esquina.
Las calles se beben todo el tráfico y en lo alto
un semáforo.

Tiovivo de aceras y farmacias.
Tantas calles para no llegar nunca.

Los pasajeros desvían la mirada.
Una mosca cabecea contra el cristal.
No lo entiende.
.........................
Yo tampoco.

Suerte, ceniza y vino.

Bienvenida sea la dicha del viajero
Bienvenido sus pies ligeros y su sonrisa amplia
Bienvenida el ancla y la cadena de acero
Bienvenida la vela hinchada y el norte certero
Bienvenidos los ruegos de quedarse en la grada
Bienvenido el nombre de sus padres y abuelos
Bienaventurados su pasos que vigilan ellos
Bienvenido su pelo y el secreto que calla.
Soplan los besos fantasmagóricos un cuerpo fantasma arrastrando camino
Si la angustia acorrala, soplan los besos vasos vacíos de vino, volcados en ceniza, afortunados de haber bebido, empapados de haber sentido, felices, tiernos, iracundos y heridos, nunca solos, jamás compartidos, siempre confusos, confuso es su nombre y su apellido.

Qué elegante va hoy, señor

Hijo, la única razón por la que llevo este exquisito italiano de lana virgen con chaqueta de hombros firmes y acolchados aunque no demasiado pronunciados y corte de caída fina pero holgada con cierre recto a tres botones y corbata en nudo windsor del mismo color que los pantalones con estos zapatos Crockett & Jones de dos hebillas a conjunto con el cinturón de piel negro-marrón-coñac con hebilla de plata hecha a mano por un niño coreano es que soy tu jefe y tengo que entrar a trabajar, pero lo que a mí de verdad me gustaría es estar en gayumbos sentado en el sillón del salón de mi casa con mi mujer masturbándome relajadamente mientras vemos una buena película de lesbianas japonesas. Esas sí que son elegantes, con esos piececitos como palmeritas dulces para mojar en el café.

Se cierra el telón del ascensor, que se marcha emitiendo un zumbido. Hoy tampoco hay propina. Edipo se da cuenta de que en realidad no quiere saber qué es lo que hay en los pisos de arriba.

Vigilia.

No es pequeña empresa abrir una brecha en la noche.

Hemos de crear a base de hachazos exquisitos una herida en el paisaje que nunca cicatrice, de la que brote una sangre dulce y fresca, el néctar de las cosas que nunca llegan a ser realidad y a la vez han dejado de ser una quimera.

No aspiramos a nada que no pida la tierra, derramamos nuestra sangre sobre ella. Para complacerla.

Sólo aspiramos a desaparecer.

No hay tristeza tan insondable como la de acostarse a las diez de la mañana.

Momentum.

En aquel lugar, con la garganta aun húmeda por el vino, contemplamos al titán de piedra y acero. Vimos el milagro de la sombra, y derramamos una lágrima de saliva por la guerra que iban a perder las hormigas. Sabíamos que pronto serían obligadas a rendirse.

Entendimos que no era la casa de Dios, entendimos que era su sepultura.

Edipo Rey

Retorcido sobre el suelo del apartamento como una caja de cartón pisoteada el joven Edipo se abraza el abdomen con las pantorrillas. Desde el comienzo su vida fue una broma telefónica de mal gusto, su muerte fue un estornudo de esos que se hacen de rogar; su cadáver ni siquiera apesta cuando la chacha de los lunes entra sin llamar y deja caer su Nokia pasado de moda que se desmiembra en tres piezas contra el suelo. Edipo hacía yoga. Alguien pregunta por Juana desde lo que queda de móvil, que si está ahí (que más bien no). Juana es de esas mujeres que rompe a reír cuando está muy nerviosa, no lo puede evitar, y eso la pone aun más nerviosa. La persona al otro lado de la línea cuelga y vuelve a llamar. El móvil es polifónico. Lo voy a titular Lunes de mierda.

Una Caída.

En la ciudad, alguien me dijo que tiene hambre, quiere puré, puré de carne de niño, quiere una vida buena, una vida mejor, una cadena perpetua atado al tubo de escape de un rinoceronte borracho, un hijo rubio, una hija con tentáculos, un perro alado que cague nata montada, una polla más grande, tener un caballo con el cuerpo degollado de un policia canadiense que cabalgue hasta el fin de la cordillera de lodo por llevarle una bolsa de té negro envenenado, quiere ser un astro incombustible que viaje a través del universo con su incandescente cuerpo de bikinis y helio.

Alguien ha dicho que tiene una visión, un nuevo cambio gestándose en su cabeza como un tumor.

Me reí ante todo esto, naturalmente, me reí tanto que monté en cólera porque como todas las cosas graciosas, pierde la gracia tras mucho reírla.

Así que, sin más, tomé mi revolver y miré a aquella persona a los ojos sabiendo que echaría de menos su sentido del humor.

Le di un balazo y mi bendición.

Me da lo mismo

.....Analógica o digital
yo te amo
tubo de rayos catódicos

.....porque eres terrible y hermosa
como el plasma,
.....
la mortal radiación
de la belleza monitorizada

.....o la bobina
que hace converger todo ese ruido blanco:
mi televisor en color.

.....Tu intensidad lumínica no-lineal (radiación gamma)
extrapola mis sentidos a decenas de miles de voltios
y tus parpadeos de imagen

.....me producen crisis epilépticas
pero yo te quiero a 30 imágenes por segundo
y vectorialmente; en rojo, azul o verde.

.....Me hipotecaba a siete reencarnaciones
(de veras que lo haría)
por atravesar la pantalla.

El mausoleo de David Hume

Escríbote de un pantallazo este cielo caleidoscópico y adjúntote 20mg de jaqueca por el despegue, perfume de azafata y este cuadro cubista que es el suelo visto por la ventanilla del avión. Descríbote describiéndome un arco aéreo Málaga-Edimburgh y ahórrome lo del odio a los aeropuertos, terminales, trenes de maletas por la cinta automática y lo de enseñar mi cara aplastada en el pasaporte. Welcome to Edimburgh. Recórrome la ciudad de las brujas y las fachadas de piedra medieval empotradas de Starbucks y despárrome entre la horca a la que sobrevivió entrañablemente una tal Maggie Dickson, el fantasma de Bloody Mackenzie y el mausoleo de Hume. Y recuérdote que odio las gaitas, mamá: Odio-Las-Gaitas.

Tu hijo que te quiere.

4 X 4

El maestro pintor en relaciones cardio-vaginales.

El arquitecto de las cosas que no se vuelven reales.

El monje zen del propósito nunca cumplido.

La princesa de los madriles y el cuchillo herido.


Calambres.

En el estomago solo calambres y el hambre en el alma,
un poco de asma cuando creo que huelo tus flores.
Nuestra Lola ahora se llama Dolores.
Su medicación son calmantes, pero perdimos la calma.

Malamañana.

Malamañana odiaba su sopa para uno, así que vació su porción individual en su estúpido colchón de media plaza, esperando invocar algo entre las manchas de soledad.

Pasó el resto del día limpiando su cama.

Haiku

La bicicleta más rápida del mundo
atravesada a la cabina telefónica
comunicando.

Cartas a la Abadesa.

¿Quién te enseñó a callar de esa forma, niña?

Si las paredes callarán como tú, los prisioneros no durarían una noche.

Que pánico te tengo por las noches. Que miedo mas lúcido durante el día. Cuanta experticia guardas en la grieta que forman tus labios cerrados. A cal y canto.

Una primavera, por favor.


¿Quién te enseñó a desaparecer de esa forma, niña?

Si el humo desapareciese como tú, las llamas no jugarían con fuego.

Con que cara te puedo hablar yo de desaparecer. Con cuantas cartas te puedo vestir. Cuanto sueño tizna las cuencas de mis ojos que te vieron. Abiertos de par en par.

Una primavera, por favor. Pero sin ti, que sean dos.

Llueve.

Alguien se ríe como un cuervo-bomba en la plaza. Un coro de palomas ebrias le secunda. Gritos baratos por un megáfono. Son mentiras, lo dice mi intuición femenina, que últimamente se ha entregado a la botella. No queda café. Llueve.

Calle que suda más mierda, sangre y dinero de la que la tormenta puede limpiar. Ya la conozco, la recorro clavándole los talones que con dolor y artritis pagan por mis pecados.

Mal día para bailar el swing.

Caras grispurpureoceniza que miran hacia fuera de si mismas, nada de espejos, no, nada de miradas sinceras. -¡Guadalupe, calla al cabrón de nuestro hijo! Vecina loca pone otro reactor nuclear. Aprieta el aceite ,me hierven los oídos.

Fortaleza de flash-souvenir-laputaduodecimamaravilladelmundo.com. Disfrútenlo como una mamada a su cerebelo. Ah, y salgan por la tienda de regalos.

-Perdone buen hombre ¿Tiene fuego?

-Acabo de matar a mi esposa, joven, he gastado mi última cerilla.

(Llueve).

Palíndromo

Se ha sugerido que David Rockefeller sea fusilado en este poema. Veamos que opina su abogado:

Vaya usted a saber qué manzana podrida nos caerá ahora o a cuál de las pocas cometas que nos quedan en el aire partirá ahora un rayo; cuánta prostitución hipotecada será necesaria, vaya usted a saber, estimado transeúnte; pero una cosa le habrá sin duda quedado a usted clara y es que el yoyó de la miseria no es un artilugio kármico colgando del dedo de dios ni tan siquiera una raíz podrida debajo del árbol genealógico de la banca americana, sino un perverso e inflamado juguete genital de diseño fálico mal lubricado a tres velocidades hecho a base de caucho de petróleo y mala leche. Y hay que aguantarse; eso es lo que hay. Poner el culo y aguantarse.


Cuánta razón. Todos somos David Rockefeller.

Papá, trae el fusil.

Reunión

Estrés, el perro de oficina ladrándole a las
horas del reloj y al escozor de las agujas
roncamente caminando y caminar entre
funerarias y qué de trajes vacíos, el perro
y la traslación horaria, cenizas sobre el teclado.

- La reunión es a las seis.

Lo sé, lo sé, los tenedores y los platos de
plástico y apáguese usted si es tan amable
el cigarrillo que hay palitos de merluza
para comerse el día precocinado
y envasado al vacío, tres, dos, timbre
microondas: la reunión es a las seis.

- La reunión es a las cinco.

Lo sé, lo sé, los besos archivados y la
quiero y cómo y cuánto y no me importa
que parpadee el ordenador ni el escozor
de las agujas ni el perro pero que yo la
roncamente adoro aunque me revuelque
todo el día entre papeles bajo estos
fosforescentes tartamudos.

- La reunión es a las cuatro.

Lo sé, lo sé, bombardeo las teclas todo
lo rápido que puedo pero los alemanes y
el mercado europeo y el perro fragmentado
en horas, minutos y segundos, los poros
cafeína y apáguese, apáguese, apague
roncamente a cigarrillos el reloj.

- La reunión es a las tres.

Lo sé, lo sé, si pensamiento e intención
solapados se teclean solos a lo largo de
este horizonte binario a través del cordón
trifásico de la cordura pero yo la quiero
a toda velocidad y apáguese, apáguese,
apague en dos, tres, uno: reunión.

- La reunión es a las 010010110010010110

Caballo Loco

Caballo Loco yacía humeando ante un poste eléctrico. Su pueblo decidió enterrarlo junto a la central eléctrica e hizo caer su lluvia con forma de flechas sobre el fortín.

Dadme un revolver, tabaco y un caballo y veré qué puedo hacer, solía decir Jimmy el sheriff, pero Jimmy yacía humeando en la silla eléctrica.

Decidieron liberar a Billy Mano Mellada, el último pistolero zurdo. Lo montaron en un caballo y le cortaron dos dedos más antes de electrocutarlo en la plaza ante el júbilo de la muchedumbre.

Se horrorizaron ante una nueva lluvia de flechas.
Nada conseguía aplacar la furia india.

Caballo Delirante, el séptimo hijo de Caballo Loco, expuso sus condiciones: -¡El electroshock o la muerte!- Y aulló como un lobo electrocutado cabalgando hacia una nueva matanza.

Esta es la historia de dos pueblos enfrentados.

Esta es la historia de la ira del electrón.

Esta es la historia de América.

Un Ejercicio.

Vamos y venimos de ese lugar. Oscilamos entre la gloria y el desastre.
Vivimos un movimiento curioso. Quizás una caida ascendente, quizás una ascensión hacia abajo.
Tan pronto abarcamos todo cuando podemos desear, nuestros brazos se cierran sobre el vacío y caemos a través de un suelo que ya no existe. Un buen amigo me dijo una vez "Juegue.", tira la moneda a ver que pasa. Doble o nada. Le he hecho caso, con la más pura de mis intenciones.
Veo ahora la moneda girando en el aire, suspendida en el instante en el que ni sube ni baja. Solo gira, salpicándome mi propia sangre a la cara. Estoy tranquilo. En el fondo, el resultado en sí no es importante, solo tiene que haber un resultado, tanto da cara que cruz.
Porque si caemos será hacia arriba,
si ascendemos, será en picado.

Amor Sarcófago

Mi amor es sincero,
terriblemente sincero
como un apagón.

/Tengo guardado un pelo tuyo
&
dentro de un libro\
{voy a hacerte vudú}

No temas, amor,
a este [corazón sarcófago]
que te quiere por extensión
en su extinción.

Quiéreme como las olas a la (botella)
pese a su catastrófico mensaje,
ámame como estas paredes
que se caen a pedazos.

Creo que {voy a hacerte vudú}