Blues de las ventanas rotas

Me desperté esta mañana
con todas las ventanas rotas
Me desperté esta mañana
con todas las ventanas rotas

Y tú te habías ido

Oh nena y tú ya no estabas

Andé calle abajo
a por pan de molde y leche con flúor
Andé calle abajo
Oh nena y tú ya no estabas

Me arrastré por las calles como un perro
tosiendo cristales y maldiciendo mi horóscopo
Me desplomé epiléptico en tus brazos
Pero nena tú ya no estabas

Oh nena tú ya no estabas

Sentado frente al televisor
trescientos canales de aquelarre publicitario
Sentado aquí yo solo en el salón
en frente del televisor

Oh nena vete al infierno

El Silencio.

A veces buscamos respuestas en el ruido.
Le gritamos preguntando lo que queremos saber, y nuestras intenciones se disuelven entre vibraciones atonales.
La respuesta y la pregunta pasan a ser cualquier cosa menos la verdad.

Las imágenes se solapan en un collage sin forma, en el que alguien ha usado demasiada cola,
y proyectamos 24 recuerdos dispares por segundo sobre una pared púrpura.

Pero.

Se detiene el proceso.
Se callan los sonidos.
La pared no recibe la luz del proyector.
Ya no habla el público.

Entonces, a través de la ventana abierta de par en par, se puede contemplar la insoportable y gloriosa paz de limitarse a existir.

Power Ranger de salón.

El mundo me corta cada día la gomilla de la careta que he de llevar los días de sol. Le hago nudos y la recompongo y el mundo la corta de nuevo, dejándola cada vez mas pequeña. Cada día se presiona mas contra mi cara, cortando mis ojos y asfixiándome a través de la ranura húmeda que marca la sonrisa dibujada.

El hierro de este plástico es aprueba de lágrimas.

La memoria lo oxida como el latón.

Sueños de barro.

Paisaje de color.

El Hombre.

La carne se parte,

los huesos explotan bajo los puños

y un niño grita desde el marco de la puerta del salón.


Los charcos de sangre se disuelven en el ruido,

pero los Dioses le darán el bautismo que merece.


El niño derrama su alma gota a gota,

mientras la sal le seca la cara.

Por respuesta obtiene los ojos del León.


Entonces comprende que no hay nada que comprender.

VI: L'Amovrevx

El hombre del tiempo y la mujer del anuncio de detergente han quedado para cenar en un restaurante de Torremolinos. Son gente de la tele: ni guapa ni fea. Los dos prefieren la ensalada como entrante, y por la cristalera van viendo atardecer en rosa y violeta, el mar, las gaviotas, una mitad de la luna. Mientras comen, él dice que el amor es un cuervo que se rompe las alas contra el cielo. Ella que enamorarse es como mirar al sol. También comentan la sopa de cangrejo, alaban al cocinero y se sonríen mutuamente. El hombre del tiempo y la mujer del anuncio de detergente están liados. Hace varios meses que se conocieron en un culto satánico de adoradores de Seth, al cual ambos pertenecen. Fue un flechazo. Los dos acudían regularmente a las misas negras, en las que se pisotean hostias y se recitan pasajes satánicos o poemas de Baudelaire, y ocasionalmente a la violación de sepulturas del cementerio de Torremolinos, ceremonias vudú y banquetes de sangre de animales mezclada con drogas. También han superado ya varias pruebas de fidelidad que consistieron en rituales necrofílicos y necrofágicos.
...-Lo malo es lo de las películas -dice siempre el hombre del tiempo. Le aterrorizaría dejar la secta por miedo a que se divulgasen las grabaciones en las que aparece participando en varias orgías sado-satánicas. Sería el fin de su carrera. Cuando acaban de comer los dos utilizan sus servilletas. Como el hombre del tiempo había predicho que habría cielos despejados para esa noche, dar un paseo por la playa a la luz de la luna tras la cena les parece una idea estupenda. Pasean, se besan y hacen el amor sobre la arena. Las olas mojan sus pies descalzos. Es verano y sopla una brisa casi etérea.