Vigilia.

No es pequeña empresa abrir una brecha en la noche.

Hemos de crear a base de hachazos exquisitos una herida en el paisaje que nunca cicatrice, de la que brote una sangre dulce y fresca, el néctar de las cosas que nunca llegan a ser realidad y a la vez han dejado de ser una quimera.

No aspiramos a nada que no pida la tierra, derramamos nuestra sangre sobre ella. Para complacerla.

Sólo aspiramos a desaparecer.

No hay tristeza tan insondable como la de acostarse a las diez de la mañana.

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